lunes, 22 de marzo de 2010

Scorsese ya no es uno de los nuestros


La última película de Martin Scorsese, Shutter Island, empieza con el plano de un barco que intenta abrirse paso entre la niebla. Ésta es quizá la imagen que mejor define la película, un barco que intenta llegar a buen puerto, sin conseguirlo.

Scorsese, director que desde los convulsos años setenta, nos ha regalado indiscutibles obras maestras del calibre de Toro salvaje, Uno de los nuestros o !Jo, qué noche! parece estar pasando por una mala racha, y digo bien, porque desde Casino (1993), no crea algo digno del nivel que se le supone.

Tras dos tímidos intentos de recuperación con Al límite (1999) y El aviador ( 2003) , el director de Malas calles no ha vuelto a ser el que era, ahí están kundun o su penúltima película, Infiltrados, una copia del muy respetable thriller hongkonés Infernal Affairs.


Shutter Island, basada en la novela homonima de Dennis Lehanne, describe las pesquisas del agente federal Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y su compañero Chuck Aule (Mark Ruffalo), encargados de investigar la desaparición de una interna en el hospital psquiátrico de Ashecliffe, especializado en delicuentes y psicópatas. Tras las primeras averiguaciones, ambos se percatarán de que en la isla nada es lo que parece.


DiCaprio realiza una de las peores actuaciones de su carrera junto a Scorsese, firmando una interpretación anodina y sin matices, que se acomoda más en la mueca que en el sentimiento. Más de lo mismo para Marc Ruffalo, que no nos recuerda ni por un momento al sólido secundario de Zodiac.

Como curiosidad podemos ver a Max von Sydow junto a Ben Kingsley, que tira de oficio y salva dignamente su papel como director del centro. El resto de actores está bien elegido, pero naufragan todos en mitad de un guión mal estructurado, a cargo de Laeta Calogridis, coguionista de Alejandro Magno, colaboración que le valdría una nominación a los Razzies del 2004.


Abundan también en la película, numerosas referencias cinematográficas, desde El gabinete del Dr Caligari a Hitchcock, pero no aportan nada a la trama, ya que en ningún momento se logra la atmósfera cualquier centro lleno de criminales y pasillos largos debe tener.

Echamos de menos la mirada personal de un Scorsese, que salvo algún movimiento de cámara, no hace gala de su habitual audacia a la hora de contar historias, véanse sino, los incontables fallos de continuidad o incluso algún que otro salto de eje.

No sé sabe para qué, la película da un giro final tan tramposo como sorpresivo, que no alivia el aburrimiento acumulado para entonces. Si buscan un final impactante y bien hecho, recomiendo Las dibólicas (1955) de Clouzot. Comparar ambos finales, es buen ejercicio para entender la diferencia entre mentir y encandilar.

Scorsese presentó Shutter Island en el pasado festival de Berlín, donde mencionó la posibilidad de volver a trabajar con Robert DeNiro. Esperemos que así sea y que vuelvan ambos a ser lo que todos esperamos. Mientras hay cine, hay esperanza.